EL HOMBRE QUE VIO DEMASIADO ⎢ Trisha Ziff, 2015
En su fotografía más famosa, el cuerpo de la periodista Adela Legarreta reposa en el cruce de la Av. Chapultepec y Monterrey, en la colonia Roma. La cabeza hacia el cielo, el rostro maquillado, la posición de los brazos, la mirada penetrante y el rimel caído dan la impresión de que la mujer se mantiene viva, a pesar de haber sido arrollada por dos automóviles que se estrellaron en carambola. El deceso de la mujer es incuestionable, pero la fotografía parece recuperar la tristeza con que una persona intentó aferrarse a la vida en sus últimos segundos. El retrato de un cadáver elegante.
El responsable de esta imagen es Enrique Metinides, fotógrafo de nota roja, quien ejerció en la Ciudad de México como reportero gráfico para diversas medios, entre ellos el sensacionalista periódico La prensa. En sus 49 años de trabajo registró todos los indicios de la tragedia humana: incendios, accidentes, choques automovilísticos, derrumbes, suicidios, asesinatos, y una larga lista de crímenes pasionales. El documental El hombre que vio demasiado (México, 2015), dirigido por Trisha Ziff, habla de las obsesiones y los delirios que lo personifican, pero también del tardío reconocimiento a su trabajo, así como de la dignidad con que retrató a miles de víctimas de la violencia.
El filme cuestiona cómo un género tan menospreciado como la nota roja tiene implicaciones éticas de mayor alcance. De forma frecuente se le acusa de incitar al morbo, de lucrar con el dolor ajeno, así como de evidenciar la fragilidad de la vida humana. Plantea una puesta en escena que retrata a la muerte como un espectáculo público, con sus rituales, sus espectadores y su propia iconicidad. Es decir, corrompe nuestra sensibilidad. Por eso me siento culpable de encontrar belleza en las fotografías de Metinides, por sentirme seducido por la tragedia. Porque en ellas el espectador queda inerte, en espera, al pendiente de lo que sucederá.
Al recuperar varios testimonios de curadores y espectadores de la obra de Metinides, la película se centra en el acto de ver, en las connotaciones políticas y estéticas que supone la mirada. Es una premisa que se sostiene principalmente en la figura del mirón, que aparece frecuentemente en las fotografías de Metinides. Los mirones no aparecen como personajes estáticos, o de decoración, sino que con su presencia, con su disposición del cuerpo, intervienen en la reconstrucción del hecho trágico. Lo atónito de la mirada es un gesto que logra atrapar al espectador, que desdobla a los testigos de los posibles riesgos de mantenerse en el lugar e invita a permanecer en la escena del accidente. Es difícil no contestar las miradas que aparecen en estas fotografías, y el documental se pregunta por qué son tan seductoras a pesar de lo desagradable que suponen.
Cuando el título de la película refiere a que Metinides fue un hombre que vio demasiado, no sólo refiere a la cantidad de hechos que atestiguó, sino a que vio lo que no se debía ver, que vio lo que está más allá de lo que imaginamos podría suceder en la realidad. La pregunta por lo real, tan frecuente en el tratamiento del cine documental, está vinculada obligadamente con la violencia y con la degradación social. Ante este contexto la película nos formula si llegaremos a un punto en que como espectadores, como individuos y como sociedad, nos sea imposible seguir mirando. El plano final, con Metinides temblando ante la cámara, es poderoso. Sugiere un individuo que se llevará a la tumba historias inimaginables. Es lo que nos oculta lo que me parece escabroso; más que sus imágenes, son las historias que custodia con su silencio las que infunden mayor miedo. HH