MAJO NO TAKKYŪBIN ⎢ Hayao Miyazaki, 1989
Qué cambio tan inmenso en el interés de Hayao Miyazaki al pasar de la tranquilidad del campo en Mi vecino Totoro (Tonari no Totoro, Japón, 1988) al tumulto de la ciudad en Kiki: Entregas a domicilio (Majo no Takkyūbin, Japón, 1989). En su siguiente película hay una linda premisa: la de migrar a un nuevo lugar como ritual necesario para entrar a la adultez. En pocos minutos sabemos que las brujas, al alcanzar los 13 años, tienen que asentarse en un nuevo pueblo para ofrecer sus servicios mágicos, que tienen que vestir siempre una túnica negra y estar acompañadas de un gato del mismo color. Con esos requisitos listos, Kiki, la niña protagonista de la película, se embarca en una noche de luna llena junto con su gato parlante Jiji, con la ilusión de que el mundo se abra ante ellos.
Cuando Kiki llega a una ciudad a la orilla del océano se entera que ahí no residen todavía brujas. La orgullosa impresión que deja en las primeras horas se desvanece en el ritmo de la ciudad, en las personas concentradas en su caminar y en las reglas que acatan. Miyazaki se inspiró en la arquitectura florentina para trazar con detalle los mercados, las plazas, los puertos, los túneles, los hoteles, o la torre de reloj de esa ciudad cosmopolita. Un sistema con vida propia. En este espacio, Kiki decide iniciar un servicio de entrega a domicilio, que se acomoda a su talento de volar con su escoba mágica. Conoce a una pareja de panaderos, que le ofrece un cuarto en donde quedarse y un cuartel para su empresa a cambio de que atienda la panadería. Además, un chico que anda en bicicleta insiste en conocerla por la curiosidad que tiene hacia su técnica de vuelo.
Miyazaki es conocido por mostrar a personajes femeninos que enfrentan con valor y entereza las dificultades por las que pasan. Kiki es una joven honesta, afectuosa, de modales tradicionales, que se acompaña por la cautela de su gato. Aunque está en proceso de madurar, sigue sintiendo interés por los detalles nimios de la infancia, como un par de zapatos nuevos, un bebé, o el cuidado de una viejecita. La ciudad parece presuntuosa ante la sencillez de ella. Si bien Kiki inicia su encomienda con una mezcla de entusiasmo y alegría, se transforma lentamente en ingenuidad e incertidumbre, y de ahí a una profunda frustración. La confianza que siente en ella misma se agota, la decepción resulta un enorme peso. Cuando a Kiki le resulta imposible seguir comunicándose verbalmente con su gato, quien actuaba como si fuera su consciencia, sabemos ahora que ella está por su cuenta. Si el paso de la infancia a la madurez implica dejar cosas atrás, este evento dramatiza esa conmoción.
Pero Miyazaki se encarga que la melancolía que siente el personaje no está peleada con su firmeza. Kiki encuentra apoyo en la bondad de los extraños, la mayoría mujeres que también están luchando por cumplir su propia misión. Conoce a una pintora que vive en el bosque, cuyo trabajo como artista se asemeja a las dificultades de una hechicera. En sus vidas la independencia sólo se puede lograr mediante la responsabilidad y el trabajo, pero también mediante la inspiración y la libertad. Cuando Kiki sujeta su escoba y se eleva hacia los cielos, las personas que le rodean miran con asombro lo especial que es. Pero en los cielos tiene que lidiar por mantener el control del vuelo, y sólo hasta que supera su bloqueo creativo es que se convierte en una bruja que es capaz de dominar el viento. Es un desenlace que también deja en el espectador la sensación de que algo dentro de uno mismo ha cambiado. HH