Después de la tormenta

TEMPESTAD ⎢ Tatiana Huezo, 2016

Tempestad (México, 2016), segundo largometraje de la realizadora Tatiana Huezo, se adscribe a la tendencia del cine mexicano de retratar las historias de impunidad e injusticia que imperan en el país. Es un documental que manifiesta una poética del dolor, una observación de los desgarros que produce la ausencia inesperada de los seres queridos. Escuchamos el relato de Miriam quien, sin fundamentos legales, fue acusada de pertenecer a un grupo de traficantes de personas y encarcelada en un penal de Tamaulipas, recinto en donde padeció la extorsión del autogobierno que impusieron los cárteles. Cuenta cómo se le liberó un año después sin explicación alguna, y cómo la experiencia le produjo una parálisis en su rostro.

La gracia del filme consiste en representar esta aflicción mediante sus aspectos formales. De Miriam sólo conocemos su voz mientras la imagen apela a una reconstrucción de su viaje de regreso: un recorrido de 2000 km., de Matamoros a Tulum, a lo largo de varias carreteras y ciudades en la región del Golfo de México. Aunque en principio existe una disociación entre imagen y sonido, la fotografía impregna a la historia de Miriam de los estados de ánimo que provoca una borrascosa lluvia: observamos los edificios afectados por la humedad, la fuerza de las ráfagas de viento, el espectáculo de los truenos, el acontecer nocturno de la ciudad, así como otros paisajes y detalles que invitan a la contemplación.

La travesía se acompaña del retrato de decenas de transeúntes, anónimas, que el documental suma a la narración en el afán de definir que la historia de Miriam es la de muchos mexicanos. Se intercala, además, con la de Adela, una mujer de circo a quien observamos primeramente en su dinámica familiar y laboral, y que aboga por una mirada femenina de estos problemas. De forma paulatina, Adela revela el secuestro de su hija, las amenazas que recibió de las autoridades judiciales para permanecer en silencio, y la sospecha de que fue víctima de trata. El documental se muestra sensible al señalar que detrás de su fortaleza, de su exclamación de vivir sin miedo, hay una constante y permanente fragilidad.

Huezo acierta en evadir lo explosivo y la denuncia para plantear la necesidad de sanar las heridas de cientos de víctimas del crimen organizado. Las imágenes de la tempestad fungen como potentes metáforas de la turbulencia por la que pasa el país, pero también del anhelo de encontrar una futura calma. Destaca por ello la escena final, en el que contraluz vemos la figura de una mujer amputada reposando en la superficie de un cenote, como un momento que convoca a esa purificación.HH

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