El cine después de Hitchcock

HITCHCOCK/TRUFFAUT ⎢ Kent Jones, 2015

Es difícil no percatarse que el título original del libro de la entrevista que realizó François Truffaut a Alfred Hitchcock sugiere una connotación evangélica. Publicado en 1966, El cine según Hitchcock contiene la aseveración de que a lo largo de la filmografía del mejor realizador de la historia existe un sentido de renovación del cine, que hemos recibido la buena nueva de que ahí está todo lo necesario para comprender el lenguaje cinematográfico. Confieso, sin embargo, que nunca he leído por completo el libro. La forma en que está organizado, de manera cronológica y atendiendo cada uno de los largometrajes hasta entonces realizados (The birds en su primera edición, Frenzy en una edición definitiva), invita más bien a leerse por retazos, a establecer rutas personales conforme uno descubre su trabajo, a reconsiderar de vez en cuando las lecciones que ambos maestros han otorgado. Es un libro indispensable para aficionados y profesionales del cine cuyo mayor placer se encuentra en volver a hojearlo. Un pretexto reciente fue en el 2012, cuando la revista Sight & Sound publicó su tradicional encuesta y colocó a Vertigo (1958) como la mejor película de todos los tiempos.

Hitchcock/Truffaut (Estados Unidos, 2015), documental dirigido por el crítico estadounidense Kent Jones, es la enésima reivindicación de la genialidad de ambos artistas. En primer plano consiste en una recapitulación de los momentos centrales del libro, pero es también una valoración de Hitchcock y Truffaut como verdaderos auteurs del cine. De Hitchcock se comenta su cuidadoso método de construcción del suspenso, su involucramiento con el público, su sentido de lo onírico, su absoluto control en las decisiones de rodaje y montaje, su detalle y atención a los objetos, así como su infatigable inventiva visual. Si un autor se define por su destreza al escribir con la cámara, en las películas de Hitchcock aparece un innumerable repertorio de obsesiones. El sentimiento de culpa atosiga a la mayoría de sus personajes, así como la inmoralidad y el erotismo. Como se sugiere en el documental, su catolicismo resulta imperante en tales conflictos, pero es una dimensión espiritual que alcanza no mediante la trama sino de la forma cinematográfica, por ejemplo, en el uso de planos cenitales, de sobreposición de fotogramas, de los movimientos de cámara, de las líneas de la mirada y del encuadre.

Jones mantiene esta premisa con envidiable claridad, y la integra con un adecuado manejo de material de archivo, fotográfico, o al resaltar fragmentos textuales del libro dentro de la imagen. Aunque en momentos el documental se siente didáctico o académico, resaltan algunos momentos en que construye un ligero suspenso, por ejemplo, en el análisis de las escenas emblemáticas de Vertigo y Psycho (1960), o cuando Hitchcock interrumpe abruptamente la entrevista al negarse a contestar sobre la influencia de la religión en su cine. Destaca en el documental el uso de las grabaciones en voz de la entrevista, cuya presencia permite reconocer las inflexiones, el estado de ánimo y la complicidad en que se desarrolló, aspectos que en el libro quedarían únicamente en la imaginación del lector.

Me pareció menos afortunado la inclusión de entrevistas con distintos realizadores, pues sus ideas no son determinantes o distintas a las que ha establecido la crítica. Si bien el propósito de esta decisión es ampliar el diálogo, de asumir que la influencia de Hitchcock es universal, es evidente el porqué de su participación y al final el vínculo que forman resulta tenue. Así, Wes Anderson resalta la precisión de la composición, Richard Linklater el manejo del tiempo, Paul Schrader y Martin Scorsese el sentido religioso, y David Fincher la perversidad que se esconde en sus historias, como si sus carreras y sus estilos derivaran en su totalidad de la obra de Hitchcock. Más interesante es la intervención de Olivier Assayas, director francés y antiguo colaborador de la Cahiers du Cinéma, quien parece retomar su función de crítico y emite la única opinión antagónica al trabajo del director.

Aunque el juicio que se hace sobre Alfred Hitchcock sobresale, siento que Hitchcock/Truffaut resulta más interesante como un homenaje a la cinefilia y al trabajo crítico de François Truffaut. De lo que se muestra, admiro el riguroso trabajo de investigación y diálogo que supuso la gestión del libro, así como la misión de alcanzar una inusitada profundidad en la comprensión de una obra y de su creador. Pienso en cómo el formato de entrevista sirvió, además, para consolidar la teoría del autor, y cómo proliferaron los estudios monográficos a partir de su publicación. En México, por ejemplo, está disponible la entrevista que los críticos del grupo Nuevo Cine José de la Colina y Tomás Pérez Turrent hicieron a Luis Buñuel en esa réplica titulada Prohibido asomarse al interior. Y sin embargo, no dejo de percibir a la atención que se ha dado hacia los realizadores como una aproximación un tanto totémica. Aunque la teoría del autor ha sido cuestionada innumerables veces, pienso que tal vez se mantiene por compartir la ilusión de que el arte cinematográfico parte de la libertad y las pasiones individuales. Estamos entonces ante un documental que proclama a la cinefilia como una demostración de amor al misterio que conlleva el cine y sus profetas. HH

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