Abril devorando a sus hijas

LAS HIJAS DE ABRIL ⎢ Michel Franco, 2017

En la primera escena de Las hijas de Abril (México, 2017), observamos a una joven cocinando mientras escucha impasible los orgasmos de su hermana menor. Lo incómodo del momento se acrecenta cuando Claudia, que resulta hosca e insípida, advierte que llamará a su madre para avisar del embarazo de la más sensual y libre Valeria. Sin embargo, en lo que parece un capricho adolescente, se asoma un posible pasado de hostigamiento. Esa sospecha es común en la filmografía de Michel Franco. Su cine tiende a desconfiar del cariño y ante el mínimo gesto de aprehensión se torna violento. Para el realizador, el afecto y la traición se vuelven indivisibles.

Cuando Abril (interpretada por la actriz española Emma Suárez) arriba a la casa de las hermanas, al principio se muestra amable y cariñosa. La casa en la que habitan, a unos cuantos metros de mar, refleja la clase acomodada a la que pertenecen. La crianza de una bebé parece no provocar problemas fuera de lo común, excepto que Abril se vuelve constrictiva. Similar al protagonista de Chronic (México, Francia, 2015), actúa bajo una idea distorsionada de lo que implica cuidar y proteger a un ser vulnerable. El amor de madre, que en el melodrama tendría tintes sentimentalistas, aquí es un acto lacerante y abusivo. Abril termina usurpando la vida de Valeria, y le arrebata los signos de su feminidad.

Si bien la dirección de Franco resalta por su naturalidad y su manejo del tiempo, hacia la mitad de la película los acontecimientos que mueven la trama caen en la desazón. El efectismo de la puesta en escena impide comprender lo que sucede con los personajes. Algunos aspectos de la historia de esta familia quedan abiertos: el padre de Valeria que se mantiene ajeno a los problemas del embarazo, los padres de Mateo (el novio de Valeria) que son indiferentes a la crianza de la bebé, o Claudia que se mantiene en silencio cuando Abril firma los papeles de adopción. La distancia que asume el realizador con el fin de omitir juicios de valor más bien deja frío al espectador, como si su mirada tampoco importara. Ante la atrocidad, Franco decide seguir filmando con impavidez.

Este estilo se repite a lo trabajado por Lorenzo Vigas en Desde allá (Venezuela, México, 2015) y Gabriel Ripstein en 600 millas (México, EUA, 2015), quienes fungen como productores de la película, y que colaboran con Franco en Lucía Films. En las tres películas, los protagonistas son adolescentes que caen víctimas de la desolación y el abandono de sus padres. Es una preocupación compartida sobre cómo ciertos traumas del pasado despojan a los hijos de su inocencia. En Las hijas de Abril, cuando Valeria encuentra salvación su desenlace no es tan complaciente. A pesar de recuperar a su hija, en su gesto se nota que ha sido contagiada de la misma locura de su madre. HH

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